domingo, 30 de octubre de 2016

Halloween de libros y cine: El Castillo de los Cárpatos de Jules Verne



¡Llego por los pelos, amigos míos! Y es que, si recordáis, antes de que acabara septiembre me sumé a la iniciativa #Halloweendelibrosycine del blog Un libro junto al fuego. El reto estaba en leer un libro de terror (amablemente aceptaron novela gótica como animal de compañía) así como ver una de sus adaptaciones cinematográficas entre el 1 y el 31 de octubre
Pues eso, que llego por los pelos.

Mi lectura elegida, a pesar de no enmarcarse dentro del terror, sí que se presentaba como una obra pensada para producir miedo e intriga; y se enmarcaba dentro de la novela de vampiros, si bien esto se debe más a sus similitudes con otros libros que a la historia en sí.
Hace tiempo que comencé a leer a Verne y es un autor que me divierte mucho. Por una parte y aunque a veces se hacen eternas, sus digresiones y esas ganas de hacer al lector cómplice de lo que aprendió en sus viajes me cautivan como turista que soy también por vocación; por otro lado, el sentido del humor que inunda todo cuanto escribe me es muy cercano y conecta con el mío fácilmente. El tema de la ciencia-ficción, para mí, es lo de menos en Verne; no le resto importancia porque la tiene, pero es lo que menos me interesa.

El Castillo de los Cárpatos se publicó por primera vez en 1892, cinco años antes que el famoso Drácula de Bram Stoker; para algunos, este último habría hallado inspiración, además de en Carmilla y otros cuentos anteriores, en la novela gótica de Verne. Éste nos advierte desde el inicio que estamos a punto de adentrarnos en un mundo distinto de los que nos tiene acostumbrados y, aunque así es y hay momentos en que creemos encontrarnos entre las páginas de El Fantasma de la Ópera (publicada también más tarde, en 1910), no deja de ser una narración del francés.
La historia comienza en la imaginaria aldea de Werst, en Transilvania; un pueblo abandonado, como el resto de la comarca, por su señor, el barón Rodolfo de Gortz, que años atrás dejó su castillo y nunca más se supo de él. Un pueblo pequeño, sin demasiado contacto con el mundo exterior y en el que las leyendas y supersticiones son la base de la medicina, de la ciencia, de la ley. Entonces, un fenómeno extraño se produce: sale humo de la chimenea del castillo de los Cárpatos, algo que no había sucedido en décadas, y el pánico cunde entre los aldeanos, que creen haber caído bajo una maldición o estar siendo conquistados por criaturas diabólicas. El único escéptico de la zona, Nick Deck, emprende el camino al castillo acompañado por un antiguo enfermero que hace las veces de doctor, para demostrar a los demás que, muy lejos de ser el Chort (el Demonio) quien habita las ruinas, son malhechores quienes han ido a cobijarse en la propiedad del barón. 
Cuando incluso el propio Deck se ve forzado a cambiar de idea y los mitos cobran en su mente el aspecto de realidad, dos viajeros entran en escena y arriban al poco visitado pueblo de Werst: Franz de Télek, conde de Valaquia, y su sirviente Rotzko. Al ser conocedores de cuanto los intimidados habitantes de la aldea les narran y descubrir que el castillo no pertenece sino al mismísimo barón de Gortz, una nueva historia nos es revelada: la de Franz, joven conde que durante años se dedicó a recorrer la geografía italiana y en su último viaje conoció a Stilla, una prometedora cantante de ópera de la que se enamoró perdidamente; su único rival real, el misterioso barón de Gortz, obsesionado con su voz, iba a escucharla cantar cada noche; hasta que la tragedia se interpuso en el camino de ambos hacia la conquista y Stilla murió en escena en su última representación antes de una anunciada retirada.

Ilustración para la novela original, realizada por Léon Benett.

La novela tiene muchas cosas de Verne y, para mi maravilla, también recuerda, en muchos de sus pasajes, a las obras de Leroux y Stoker. Mientras que comienza como historia de aventuras rodeada de personajes caricaturescos y diálogos ágiles y divertidos, de pronto cambia y nos sitúa en los mejores teatros italianos, en la historia de amor ardiente por una cantante de ópera que fallece poco antes de su propia boda con el conde de Télek. Finalmente, la gesta lleva a Franz al castillo de los Cárpatos, a encontrarse con su eterno rival, el desconocido Gortz, y tal vez incluso con su amada Stilla. 
Es una lectura cargada de ese humor tan único que empapa sus mejores novelas, con personajes memorables y, aunque un poco histriónicos y estereotipados, realistas (¿quién no se ha encontrado con gente así en pueblos y ciudades, que no dejan de ser aldeas venidas a más?). La ambientación es exquisita y transmite todo el amor del autor por los viajes y las distintas regiones del mundo, con sus circunstancias peculiares y la idiosincrasia local. El misterio se encuentra presente hasta el final e incluso ese steampunk tan propio de sus obras tiene apariciones puntuales en algunos capítulos. 

Diversos estudiosos han hecho comparaciones entre El Castillo de los Cárpatos y Drácula y, pese a que la segunda se hizo famosa por sus propios méritos y es una novela excepcional, es cierto que existen aspectos comunes que merece la pena siquiera nombrar: la ubicación, en la actual Rumanía, en un castillo misterioso en mitad de las montañas; el barón, el conde, el personaje que conduce la obra pese a ser el misterio mismo y no revelar nunca demasiado de sí mismo: Drácula, Gortz, ambos recluidos en la noche de sus paredes y obsesionados con una droga que los vuelve locos y con una amada a la que retienen junto a ellos; el enamorado normal y corriente, sin máscaras, a la luz del día, Jonathan y Franz en este caso, que deben descubrir la verdad y se aventuran a entrar en el castillo; la víctima femenina, Lucy/Mina, Stilla, objeto ambas de deseo que quedan presas de una vida que no se parece a la vida. En fin, que en no pocas cosas se parecen ambas novelas, si bien cada una brilla con una luz diferente y ambas me parecen excelentes
No cabe duda de la inspiración que supuso para Leroux y Stoker (autores de dos de mis obras favoritas), aunque seguro que también para muchos otros, esta novela, y sólo por ello ya me parecería notable. Si además le añadimos todos los elementos que son profundamente vernianos, el cóctel resulta delicioso. 

No se ha adaptado cinematográficamente más que tres veces (una de las cuales la película quedó sin terminar), y dudo que ninguna de estas versiones le haga justicia. La que yo he intentado ver es checa, de 1983, y se titula en español El misterioso castillo en los Cárpatos; prometo que intenté darle una oportunidad pese a las evidentes carencias técnicas, que en muchas ocasiones se quedan en un segundo plano. Pero, cuando el sutil y efectivo sentido del humor del escritor francés se convierte en mofa fácil y ridiculización barata, me parece que el respeto ha desaparecido y la obra no me apetece. No la recomiendo pese a no haber aguantado más de veinte minutos frente a la pantalla.

Lo que sí recomiendo, encarecidamente, es la novela. Aunque quizá no tan redonda como sus sucesoras en cuanto a narración gótica, es una historia maravillosa que sienta las bases de todo un género y se lee, sin embargo, con una sonrisa casi permanente en los labios.

Gracias una vez más, Jules. Pronto volveré a tus letras.

3 comentarios:

  1. Pues por lo que nos cuentas, creo que mejor quedarse solo con la obra de Verne.
    Gracias por participar en el reto :-)
    Besos.

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  2. Holaa!!
    El género del que siempre huyo jajaja pero soy una cobarde para estas cosas. Tendría que leer el libro por la tarde y en una cafetería bien iluminada y llena de gente y aún así creo que sufriría jajaja
    Esta bien que tenga humor, sería la parte que yo disfrutaría, son duda.
    Y siento que ninguna adaptación le haga justicia.
    Un beso :)

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  3. Atalanta, sí. Si algún día deciden adaptarla bien, seré la primera en alegrarme; de momento, lejos de las pelis mejor.

    Sandra, no da nada de miedo. Es más bien esa atmósfera de misterio propia de la narrativa gótica, pero nada más. Yo soy una miedica y no he sufrido, jaja.

    Gracias por pasaros.

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